ABUELA JUANA

- Tita Chani, no tengo sueño.
- Marta, es muy tarde y hay que dormirse.
- Pero, hoy he dormido siesta, yo quiero que me cuentes un cuento.
- Bueno, te contaré una historia que te va a gustar.
- ¿ Y cómo se llama la historia‘?
- Después te lo diré.

Esta es la historia de una nena que nació en un pueblecito llamado Facinas hace muchos años.

- Anda tita, igual que la abuela Juana.
- Si cariño, pero déjame que te siga contando.

Nació en una familia pobre, y todos tenían que trabajar. Su padre, José, era carpintero, su madre, Juana, se encargaba de llevar la casa, y ayudaba en todo lo que hacía falta; su hermano, Manuel también se dedicó durante muchos años a hacer carros de madera para el campo y a arreglarlos.

En sus años de joven aprendió a coser en el taller de Luz Alvarez, que era donde iban todas las niñas del pueblo, con eso se podía hacer sus vestidos y ganar algún dinero para ayudar en su casa.

Además, crió toda clase de animales: Cochinos, conejos, tórtolas, jilgueros, ovejas, burros, caballos, pavos, gallinas, y multitud de palomas que era un alimento indispensable en aquellos años de escasez de alimentos.

Los años fueron pasando y la muchacha cada día ayudaba en la fragua del tío, o en la carpintería con los carros, y arados. Por las noches, con la luz de un quinqué, cosía trajes por encargo, sacando algún dinero.

Cuando casó con Juan, siguió manteniendo ese espíritu de luchadora, primero criando a sus hijos con mucho esfuerzo, ya que el sueldo no daba para mucho, y luego ayudando a estos a qué pudieran estudiar una carrera y salir del trabajo en la panadería.

Aprendió a tricotar en Algeciras, mediante un curso, compró una máquina tricotadota y se dedicó a hacer jerseys por encargo.

Varios años después, con esa capacidad incansable de trabajo, se arriesgó tomando un puesto de verduras en el mercado municipal, actividad que aguantó unos años, hasta que Juan cayó enfermo del corazón y tuvo que cerrar.

Su capacidad de atención a los demás se demostró en los últimos años de sus padres, en el sufrimiento callado con la grave enfermedad de su hermano, con los años ininterrumpidos de cuidado de su marido enfermo, con las cientos de inyecciones gratuitas que puso a los vecinos que se lo pedían, con el cuidado de mujeres mayores sin apenas contraprestación, y sobre todo con la entrega a todo el que se lo pedía.

Y aunque se haya hecho mayor, tenga algunos achaques, haya perdido a su marido, ahí está con esa vitalidad, atendiendo y desviviéndose por todos, sus hijos, nietos, Marta, Juan José y el chiquitín que viene en camino, además de cualquier persona que le pide ayuda en Facinas y donde sea.

Tita Chani, me has engañado, no me dijiste que era la abuela Juana.

Marta cerró los ojos y se quedó dormida.

Este es un pequeño homenaje a la doña Juana Manso Ruiz.


Chipiona, a 30 de Agosto de 2.006